lunes, agosto 2

Tostado

No sabe en qué momento del cuento Anaé se quedó sola, pero tuvo que recurrir a la solitaria muñeca que dormitava bajo la cama.
Era muy vieja y su vestido de colores de verano estaba raido y maltratado por el tiempo. De todas formas, a Anaé siempre le había gustado su cabello rubio moldeado en perfectos tirabuzones de oro.
Hoy la muñeca lucía una hermosa sonrisa en su rostro de porcelana. Eso la enfureció y la lanzó sobre la cama.
Se sentía vacía, sola, triste y abandonada.
La muñeca ya no le parecía una agradable compañía, asi que la devolvió a la oscuridad de su refugio.

-Fea.

Lo era, era una muñeca fea.
Se sentó sobre las sábanas azules que cubrian su cama deslizando los dedos por ellas, alisando las pequeñas arrugas que se creaban por su peso.
Mañana sería otro día. Cuando saliese el sol afrontaría otra nueva realidad.
Un paso hacia delante sin miedo a caer, con la ignorancia como fiel compañera.

-Fea.

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