jueves, marzo 3

Así no





-Hazme tuya, Pierre.-susurré en un tono muy bajo volviendo a incorporarme.


Acaricié su pecho, sobre el uniforme que yo tanto detestaba, que me impedía ver su cuerpo. Me pegué a él, arrodillándome en la cama. Casi era capaz de notar su respiración sobre mí. Me aferró por los hombros separándome e intentando volver a tumbarme a la fuerza. Mientras forcejeaba deslicé discretamente una mano hasta su entrepierna. Oí un jadeo de sorpresa antes de que me lanzase con brutalidad sobre la cama.
Lo último que esperaba es que comenzara a deshacerse de su ropa. Sonreí viendo mi capricho cumplido. Pero no se detuvo. Se deshizo de su camisa, chaleco y del cinturón que arrojó a los pies de la cama.

Cuando noté su peso sobre mí ya tenía la respiración acelerada. Y aquellos ojos azules seguían mirándome con desprecio. Aprovechando mi desnudez, recorrió mi cuerpo con sus manos arrancando suspiros y gemidos por dónde acariciaba. Entonces fue cuando me obligó a darme la vuelta y quedar bocabajo. Estaba siendo muy rudo y me había hecho daño al tirar de mi brazo. ¿Hasta dónde se proponía llegar?


-No, Pierre. Para.-ordené intentando incorporarme.


Ignorando mis palabras deslizó su mano hasta mi entrepierna. Al sentir aquella íntima caricia solté un quejido y todo mi cuerpo se estremeció. Notaba sus dedos clavados en mi piel y no me gustaba. Me retorcía aterrorizada entre sus manos.


-¡Pierre! ¡Déjame! ¡No sigas!- pero ya no eran ordenes, eran súplicas.


No cesó y pronto sentí que estaba totalmente excitada por su culpa. No era consciente de que había comenzado a llorar. Me sentía estúpidamente vulnerable. Yo no quería que fuese así. Me aferré a las sábanas con fuerza cuando comenzó a acariciar mi sexo.


-No...No Pierre, por favor.-jadeé entre sollozos.



-Tan solo cumplo órdenes, señorita.-exclamó con la voz entrecortada.



-Pero ya no quiero...-mis lágrimas empapaban la almohada-...no así.-gemí desesperada.


Se quedó unos segundos observándome, con el ceño fruncido y una mueca de asco en el rostro. Abandonó el lecho. Tomó su ropa vistiéndose de nuevo y volvió a fijar su vista en mí. Me recorrió un escalofrío y me cubrí con las sábanas, temblando. No me atreví a echarlo.

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