jueves, marzo 3

Preludio



-Desnúdate.

De nuevo sentí un ardiente calor en mis mejillas. Tragué saliva.

-Pues sal, se bañarme sola.-murmuré molesta.

Ladeó la cabeza, mirándome intensamente. Se acercó y acarició mi mejilla, rodeando mi cintura con el brazo libre.

-¿Vas a negarme el placer de cuidar tu cuerpo?- susurró melosamente.

Apoyé mis manos sobre su pecho, intentando crear una pequeña distancia entre nosotros. Notaba los latidos desbocados de mi corazón golpeándome con furia. No fui capaz de negarme.
Dejé que desnudase mi cuerpo con infinito cariño. Totalmente avergonzada ante su atenta mirada. Entré en la cálida bañera. Se arrodilló a mi espalda y pasó sus brazos por encima de mis hombros. Deslizó la esponja suavemente sobre mi pecho, mientras al inclinarse, su cabello se había humedecido por el agua.
Suspiré y me aferré a sus musculosos brazos. Eché la cabeza hacia atrás para observar su perfecto rostro.
Ensimismado en su tarea, descendió hasta el interior de mis piernas pasando por alto mis partes pudendas. Experimenté un violento estremecimiento de placer. Alcé mis brazos y rodeé su cuello. Sonrió cálidamente y se inclinó aun más para besar mi mejilla. Vertió unos puñados de agua sobre mí, y sentí sus dedos duros y aterciopelados deslizándome sobre mi rostro.

-Mi pequeña Gabriel...-murmuró en mi oído.-Qué hermosa eres.

Alzó mi cuerpo sin ningún esfuerzo y lo cubrió con una cálida toalla. Apoyé mi cabeza sobre su pecho mientras me conducía de nuevo a la habitación. Me vistió con las ropas que había traído para mí. Me sorprendió la suavidad de las prendas, una caricia para mi piel.
Como si de una niña se tratara, me sentó en su regazo y peinó mi pelo. Cerré los ojos, totalmente relajada. Nunca había experimentado una sensación tan placentera. Apartó delicadamente el cabello y noté sus fríos labios sobre la piel de mi cuello. Me estremecí y un suspiro de gozo escapó de mis labios. Se incorporó y a mí con él.

-Volveré en unas horas y hablaremos.-murmuró alisando mi pelo.


-No. Quédate. Hablemos ahora.-rogué.


-No seas impaciente, pequeña.-besó mi frente y me dejó sola.

No hay comentarios:

Publicar un comentario