jueves, marzo 3

Mía


Ya no lo soportaba más. La empujé sin ningún cuidado sobre la cama. Sin darla tiempo a reaccionar, comencé a deshacerme de su ropa. Arañé su pecho oyendo sus gemidos lastimeros. Intentaba, sin lograrlo, aferrar mis ávidas manos y alejarlas de su casto cuerpo. Sonreí y lamí frenéticamente y con urgencia su boca. Podía sentir como sus quejas chocaban contra el muro de mis labios. Deslicé mi mano dentro de su pantalón. Arqueó la espalda nada más sentir mis dedos acariciándola sin ningún pudor. Notaba contra mi pecho los latidos de su desenfrenado corazón. Una vez desnuda la senté sobre mí. La resistencia que intentaba oponer no hacía más que excitarme. Apoyé su espalda contra mi pecho y comencé a masturbarla, mientras mordía sus labios. Los gemidos y jadeos aumentaron. Era consciente de mi creciente excitación. La bella muchacha se aferró a mis antebrazos, temblando. Entonces su esencia manchó mi mano. Apoyó la cabeza en mi pecho mientras su respiración se normalizaba, jadeante. Dejé a la joven sobre la cama de nuevo y me deshice con rapidez de mi ropa. Sonreí al ver como se asustaba ante la magnitud de mi excitación. Me tumbé sobre ella impidiendo cualquier huida. El contacto de mi piel desnuda sobre la suya me hizo jadear. Recorrí con ávidas caricias su cuerpo, deleitándome con cada gemido que escapaba de sus labios. Era muy sensible, extremadamente sensible. No iba a ser capaz de posponerlo más, así que me incorporé y volteé su cuerpo. Intentó girarse, apartarse de mí, evitarlo a toda costa, pero la tenia fuertemente agarrada por las caderas. Recorrí su espalda con dos de mis dedos, haciendo que se estremeciera. Suplicante, pidió que parase, pero yo no iba a hacerlo. Jugueteé un poco más con ella, pero no tardé en ponerme serio.
-Prepárate...
Penetré su cuerpo. El grito de placer resonó en mis oídos. Sus manos se aferraban con fuerza a la sábana, mientras las lágrimas resbalaban por su rostro. Entré y salí de ella, aumentando el ritmo de cada embestida. Sus jadeos y gemidos amenazaban con volverme loco de placer. Me aparté y volteé su cuerpo. La obligué a alzar las caderas y relajarse. Apenas era capaz de desobedecer mis órdenes. Volví a penetrarla. Esta vez con mayor comodidad y fuerza. Su cuerpo entero se estremecía entre mis manos. Jadeando y sintiendo que la cabeza me daba vueltas, me vine. Un sonido ronco y placentero salió de mi garganta. Me recosté sobre la cama, y la traje hacia mí posesivamente. Besé sus labios con necesidad. Ahora era mía. Con las mejillas sonrojadas, escondió su rostro en mi pecho. Que bella era mi ángel. La abracé con fuerza. Mía.

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